miércoles, 3 de junio de 2009

HISTORIA DEL FERROCARRIL:

Estación de Limache 1904

La idea del ingeniero británico Guillermo Wheelwright de construir la línea férrea desde Valparaíso a Santiago, fue considerada positivamente por el Presidente de la República don Manuel Bulnes contando también con la aprobación del Ministro del Interior don Antonio Varas. El proyecto causó varias opiniones a favor y en contra en ese año de 1842. Estudiado por años y objeto de muchas consultas técnicas, solo fue enviado al congreso para su discusión el 23 de junio de 1847 y de inmediato tuvo la oposición de varios Senadores. Una de las opiniones, manifestaba: “El ferrocarril dará muerte y ruina a las empresas de birlochos, tropas, diligencias y carretas”. Sin embargo, a pesar de esta poca visionaria pero realista postura y luego de años de agotadora labor que sobrellevo también un costo en vidas humanas, la línea férrea llegó a Limache en 1856 y un año más tarde hizo su aparición en Quillota. Gracias a las donaciones de terrenos de parte de los señores de la Cerda, el ferrocarril trazó su trayecto por el lado oriente de la ciudad, a consecuencia de lo cual, se dio paso a la fundación del nuevo pueblo conocido hasta hoy como San Francisco de Limache.

El día de la llegada del Ferrocarril a Limache, el pueblo se desbordó, rebosante de expectación, en dirección a la estación pues muy pocos lograban imaginar como sería aquella maravilla de la tecnología moderna. A medida que la máquina se aproximaba al pueblo, fuertes pitazos anunciaban su cercanía asustando a muchos. Una vez en la estación, el gran monstruo de acero hizo correr a decenas de personas hacia la calle e incluso provocó desmayos en unos cuantos. Algunos, los más cuerdos, trataban de tranquilizar a los lugareños asegurando que no existía peligro alguno pues la máquina, que venía ornamentada con muchas flores, palmas y una gran bandera chilena, no podía escarpar del trazado de su línea. Por otra parte, las personas de la sociedad, parlamentarias, diplomáticas y demás autoridades, pasajeros en este primer viaje, animaban a la ciudadanía a subirse a sus carros. Pocos se atrevieron, solo los más valientes.

LAS VENDEDORAS DE LA ESTACIÓN:

Que sabroso y entretenido era bajarse en la estación de trenes de Limache. Los viajeros, ansiosos por comerse un huevo duro o refrescarse con una bebida helada, comenzaban a prepararse no bien el conductor anunciaba las cercanías de dicha ciudad, sabedores todos que allí les esperaban a los pasajeros que viajaban hacia o desde Santiago para ofrecerles un sinfín de dulces productos. Inspiraban confianza pues lo impecable de esa especie de uniforme que las identificaba, lograba que los pasajeros adquirieran sin recelo de todo aquello que hacían desfilar ante sus ojos: bebidas, dulces chilenitos, confites, incluso flores. Provocaba una sensación muy especial el escuchar sus gritos dando publicidad a sus productos. Todas portaban en su delantal un número metálico dorado que las identificaba. Se dice que ascendían a diecisiete y todas ganaban a comisión. Las jefas o dueñas de los locales eran aproximadamente seis. Lo pintoresco era que el tren siempre esperaba que hasta que el último de sus pasajeros estuviese servido para reiniciar el viaje. Los conductores, lógicamente, también disfrutaban de la detención y de la mercancía ofrecida por aquellas mujeres, frente a la gran demanda, se debían reponer a lo menos tres o cuatro veces durante el día. Eran los años de 1921 a 1933.
Era toda una institución en Limache, pero el paso del tiempo y la modernización acabo con ella. Comenzaba la era de la velocidad, por consiguiente, la del constante apuro que terminó por abatir el apacible ritmo de los antiguos ferrocarriles. Los trenes dejaron de esperar el servicio de las venteras presionados por el cumplimiento de horarios que le permitieran competir con los buses Inter-urbanos. Los viajeros que permanecieron fieles a este medio de locomoción, se vieron entonces en la obligación de llevar su propio cocaví, si es que querían evitar el ataque del hombre en los trayectos más extensos.
A pesar de su desaparición, aún se les recuerda con cariño. Gracias a las vendedoras de la estación, tenemos algo más que contar de este querido Limache.

TRAGEDIA DE QUERONQUE:


El 17 de febrero se cumplen 20 años de la peor tragedia ferroviaria de la historia de Chile: tres automotores, uno en dirección Valparaíso-Mapocho, que iba acoplado con otro automotor similar, y uno que iba en dirección Los Andes-Valparaíso colisionaron de frente en el sector de Queronque, entre las estaciones de Peñablanca y Limache, dejando un saldo de 58 muertos y 510 lesionados, 111 de ellos de gravedad. El accidente se produjo debido al garrafal error del jefe de la estación de Limache al no detener el tren que venía desde Los Andes, hasta que pasaran los otros dos automotores acoplados rumbo a la capital.

Además, en esos momentos, el tramo Peñablanca-Limache se encontraba sólo con una de las dos vías operativa, ya que un atentado terrorista había inhabilitado la otra; además, el teléfono interno del ferrocarril estaba "muerto". Este tétrico hecho significó el fin del servicio Valparaíso-Mapocho.

Desde aquel fatídico 17 de febrero de 1986, cada tren, tanto carguero como de pasajeros, rendía un muy bonito homenaje a las víctimas del desastre ferroviario, tocando sus bocinas al llegar a las dos animitas recordatorias de las 58 víctimas, ubicadas en el mismo lugar de la tragedia. Además, desde el 17 de febrero de 1987, MERVAL siempre facilitaba uno o más automotores para transportar a los familiares de las víctimas y sobrevivientes del accidente al lugar mismo de este hecho. Se realizaban misas en el lugar, se colocaban flores en las animitas, etcétera. Era un muy bonito homenaje que está en peligro, ya que desde que entró en funciones el nuevo Metro Valparaíso, los trenes nuevos ya no tocan la bocina en el lugar, lo que es una falta de respeto para los familiares de las víctimas y para los sobrevivientes, incluso para el propio recuerdo de las víctimas.